Giran lentas y pausadas las manos
lentas giran las cucharillas.
El aire huele a tarde lenta
y a cafés y a puros la vida.
Una vida que pasa lentamente
mientras las cucharillas giran.
En el salpicado de veladores
hay un camarero suelto.
Viste cansada ya su figura
y hasta su pajarita ha muerto.
No espera ya grandes giros
de una vida servida tarde,
bebida en sorbos largos y lentos
fumada como un puro amargo
de humo gris y espeso.
Ahora está serio, pero por dentro
canta y sueña con otras tardes
con mesas salpicadas de risas,
llenas de cafés que sirven otros,
y de encuentros puros de vida
con todos los veladores fuera.
Él mantiene su mente atenta
al giro de cada cucharilla,
a la entrega del agua pedida
al roce de cada vaso y plato,
mientras apura la taza de un pensamiento:
¿A qué saben los sorbos de otras vidas?
Y de repente,
como en un bello cuento,
la tarde le ofreció a la vista
un pedacito de cielo:
una diosa de volantes,
con su cabellera al viento,
por la acera opuesta de la calle,
viene regalando sueños.
Pero luego se para y duda.
Sus ojos grandes y bellos
tomaron del café su negrura
y llenaron la calle de un brillo
que la adorna de punta a punta.
El camarero la está bebiendo
con el corazón detenido,
¿en qué mesa él la sentara?
¿en qué silla y con qué mimo?
Muy pocas tardes tuvieron
visita de un ser tan divino.
La calle que los separa
se deja atravesar por ella.
Ya se acerca su boca dulce,
y las olas de su melena,
y los rojos volantes del vestido
que al camarero hieren y queman.
Giran lentas y pausadas las manos
lentas giran las cucharillas.
Él ve cómo, con su belleza,
navegando entre veladores
y sin mirar siquiera,
pasa de largo y se aleja.
Se ha detenido la calle,
el mundo entero ha parado
Este camarero herido,
en medio de un bar desolado,
se dejará hundir por la tarde
que empieza a oscurecer los claros.
Y se engañará a sí mismo,
no quisiera ser tan desgraciado.
Pensará que la vida aún no se ha decidido,
que tiene su destino feliz como aplazado,
que la vida da muchas vueltas,
aunque hoy,
la tarde ya ha terminado.
Esta obra está licenciada por Joaquín Romero Zambrano, bajo una Licencia Creative Commons como
4 comentarios:
Es lo que tiene la hostelería... demasiado sacrificio y tiempo invertido en atisbar sonrisas ajenas...
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Admiro y respeto el sacrificio que hacen y, como cliente, exigo y agradezco la profesionalidad con que nos atienden (o deberían atendernos), aunque un café de buena marca, servido con su espumita y su aroma lo perdona todo.
Gracias, Orologiaio por tu amable comentario.
Por fin leí tu post (¿mejor tarde que nunca, no?), y me ha encantado. Volveré a leerlo otra vez, y ya te contaré... x_D (es lo que tiene mi cerebro y la poesía... ^^U)
¿Verdad que es una plaza y una cafetería fantástica?...
Es la plaza de la Virgen Blanca en Vitoria. Saborear un café ahí sentado debe sentar muy bien...
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